Anne-François-Louis Janmot nació en Lyon en 1814, en el seno de una acomodada familia de fuerte tradición católica. La ciudad, próspera gracias a sus actividades comerciales, financieras y manufactureras, acogía también la Escuela de Bellas Artes, fundada por Napoleón como un centro de formación vinculado a las industrias de la seda y los tapices.
En el siglo XIX, Lyon se convirtió en la capital del "iluminismo", un movimiento cultural romántico y espiritualista que, desde el siglo XVIII, había surgido como reacción a la filosofía de las Luces. Un momento clave fue la estancia en la ciudad del teósofo Claude de Saint-Martin, quien, bajo el seudónimo de "El Filósofo Desconocido", publicó El hombre del deseo. Los artistas lioneses, identificados tempranamente como la "Escuela de Lyon", se sentían protagonistas activos, intérpretes y apóstoles de este ambiente que combinaba idealismo cristiano, misticismo, esoterismo y masonería.
Estéticamente, su referente principal era Ingres, de quien muchos fueron discípulos, aunque también se inspiraban en la pintura romántica alemana y en los pintores nazarenos. Entre los nombres más destacados de este movimiento filosófico-religioso figuran Orsel, Ozanam, Flandrin y el propio Janmot. Desde joven, Janmot destacó por su talento precoz, y en 1832 obtuvo el primer premio de la Escuela de Bellas Artes con un autorretrato claramente influido por los modelos nazarenos.
Las décadas de 1830 y 1840 fueron años de éxito para los pintores lioneses, quienes, aunque desarrollaron gran parte de sus carreras en París, dejaron una huella significativa. Flandrin ganó el Prix de Rome en 1832, y al año siguiente, Orsel triunfó en el Salón de París con su gran retablo de inspiración medieval y propósito edificante, El Bien y el Mal. Además, a una especie de hermandad de pintores lioneses se les encomendó la decoración de la iglesia parisina de Notre-Dame-de-Lorette. Janmot también llegó a París, pero luego se trasladó a Roma para estudiar en la escuela de Ingres.
Fue precisamente en Roma donde Janmot concibió el proyecto de la obra central de su vida, "El Poema del Alma", una empresa ambiciosa y totalizadora que lo ocuparía durante 50 años y que reflejaría de manera ineludible su trayectoria humana y profesional. Numerosos bocetos y dibujos realizados durante su estancia romana documentan la génesis de esta obra, influida por el gran arte renacentista, por Ingres y por los nazarenos.
De vuelta en Lyon, su trabajo se desarrolló en un contexto de creciente complejidad cultural, marcado por el surgimiento de movimientos y grupúsculos que abarcaban desde el ocultismo y las utopías socialistas hasta la masonería idealista y un catolicismo misionero fervoroso. Esta rica mezcla, que definía la identidad cultural de Lyon (y que Baudelaire despreciaba), conectaba la ciudad con corrientes espirituales presentes en toda Europa.
La construcción de la iglesia votiva de Notre-Dame de Fourvière en Lyon, un proyecto que ocupó a los artistas durante la segunda mitad del siglo, compartía con la obra de Janmot la ambición de dar forma visual al impulso místico y al propósito didáctico, además de modernizar el arte religioso católico con las nuevas corrientes filosóficas de la época. Sin embargo, a diferencia de la imponente arquitectura de la basílica, que domina la ciudad, la obra de Janmot —quien simultáneamente trabajaba en piezas de temática religiosa en Lyon y París— se asemeja a un "jardín secreto". Constituye una meditación íntima y, al mismo tiempo, un desafío para hacer que su camino espiritual resulte accesible y convincente a través del arte.
En 1854, Janmot presentó la primera parte del ciclo de pinturas "El Poema del Alma", primero ante su círculo de amigos en Lyon y luego en París, en una exposición privada acompañada de un pequeño volumen de versos titulado El Alma. Las reacciones fueron de desconcierto: "No se entiende nada", "El Poema del Alma es un acertijo". Incluso se cuestionó su ortodoxia religiosa: "… merece estar en un palacio de los sueños, no en una iglesia".
Ambicionando participar en la Exposición Universal de 1855, Janmot buscó el apoyo de Delacroix y, sorprendentemente, lo obtuvo con entusiasmo. El ciclo completo fue expuesto junto a Flor de los campos. Baudelaire escribió entonces su crítica, pero, en general, la obra volvió a ser ignorada o generó rechazo por la ambición del artista.
Decepcionado por el relativo fracaso y tras una grave enfermedad, Janmot no abandonó su proyecto, aunque optó por una técnica más económica: el dibujo. Esto le permitió una mayor libertad compositiva, reflejando un estado psicológico más atormentado. La serie, realizada entre 1859 y 1880, se convirtió en el espejo de un alma que buscaba en vano serenidad y consuelo en las doctrinas del "Iluminismo".
Los datos biográficos reflejan una vida de altibajos entre vitalidad y pesimismo. En 1856, Janmot se casó con la bella y rica Léonie, con quien tuvo nueve hijos. No satisfecho con su posición en Lyon, aspiró a París para participar en los grandes proyectos decorativos de las iglesias de la capital, aunque sus ambiciones se vieron parcialmente frustradas. El año 1870 fue devastador: la muerte de Léonie, la victoria prusiana, duelos y destrucciones lo marcaron profundamente. Por motivos económicos, se trasladó a Tolón y, tras un segundo matrimonio, regresó a Lyon. Nunca le faltaron encargos en el ámbito del arte religioso, y en 1887 publicó Opiniones de un artista sobre el arte. Murió en Lyon en 1892.