Andrew Newell Wyeth nació el 12 de julio de 1917 en Chadds Ford, Pensilvania, en el seno de una familia dedicada al arte. Fue el menor de los cinco hijos de Newell Convers Wyeth, ilustrador de renombre, y de Carolyn Bockius Wyeth. Su infancia transcurrió principalmente en Chadds Ford, con temporadas en la costa de Maine, adonde la familia viajaba con regularidad. De salud frágil, no asistió a la escuela de manera convencional y recibió educación en el hogar. Desde muy temprano se habituó al estudio y al trabajo en el taller de su padre, donde aprendió dibujo y pintura con disciplina diaria y observación constante. Aquellos años establecieron el ritmo de una vida centrada en el estudio, la práctica y el registro minucioso de su entorno inmediato, y cimentaron relaciones familiares estrechas con hermanos que también siguieron caminos artísticos.
En la adolescencia y primera juventud, Wyeth se dedicó intensamente a la acuarela, medio con el que produjo sus primeras obras relevantes durante las estancias estivales en Maine. Hacia mediados de la década de 1930 ya había reunido un conjunto de paisajes y escenas costeras que llamaron la atención de marchantes y críticos. En 1937, con apenas veinte años, realizó su primera exposición individual en la Macbeth Gallery de Nueva York, integrada mayormente por acuarelas de Maine. La muestra se vendió con rapidez y señaló un inicio temprano de reconocimiento profesional. A partir de entonces, mantuvo un ritmo de trabajo sostenido entre los dos lugares que marcarían su vida adulta: Chadds Ford, donde tenía su estudio principal, y la costa de Maine, donde continuó produciendo series de acuarelas y, poco después, obras realizadas con temple al huevo.
En 1939 conoció a Betsy Merle James en la localidad de Cushing, Maine. El encuentro se produjo durante un paseo por la zona de Hathorn Point; a partir de esa relación, Betsy le presentó a Christina y a Alvaro Olson, vecinos suyos en Cushing, con quienes Wyeth establecería un vínculo duradero. Andrew y Betsy contrajeron matrimonio en 1940. En los años siguientes, Betsy desempeñó un papel central en la organización de la vida cotidiana y profesional del pintor: administró su correspondencia, gestionó sus relaciones con galerías y museos y mantuvo un registro cuidadoso de obras, fechas y localizaciones. La pareja fijó su residencia en Chadds Ford, a la vez que conservó la rutina de pasar los veranos y temporadas prolongadas en Maine. En 1943 nació su primer hijo, Nicholas, y en 1946 nació su segundo hijo, James (Jamie), que más adelante también se dedicaría a la pintura.
La década de 1940 estuvo atravesada por acontecimientos familiares decisivos. En 1945, su padre murió en un accidente cuando el automóvil que conducía fue embestido por un tren en un paso a nivel cercano a la casa familiar de Chadds Ford. La muerte de N. C. Wyeth supuso un giro en la vida de Andrew, que intensificó su trabajo de estudio y reorganizó, junto con su madre y hermanos, la vida doméstica en la propiedad familiar. Al mismo tiempo, Wyeth consolidó su manera de trabajar alternando temporadas en Pensilvania y en Maine, con una agenda cotidiana estructurada y una concentración marcada en personas y lugares próximos a sus hogares. La posguerra fue también el período en que el artista produjo obras que le abrieron las puertas de colecciones públicas importantes; durante esos años mantuvo exhibiciones periódicas y atrajo el interés de instituciones que comenzaron a adquirir pinturas suyas.
A fines de los años cuarenta y en la década de 1950, Wyeth afianzó su rutina entre el valle del Brandywine, en Pensilvania, y la costa de Maine. En Chadds Ford, trabó relación con vecinos como Karl y Anna Kuerner, cuya granja se encontraba a poca distancia de su estudio; en Maine, volvió con frecuencia a la casa de los Olson en Cushing. En ambos lugares desarrolló un método de trabajo que combinaba caminatas diarias, observación paciente y realización de apuntes, dibujos y estudios que más tarde convertía en obras terminadas en su estudio. En el plano familiar, Andrew y Betsy sostuvieron una vida relativamente discreta, centrada en la crianza de sus hijos y en el mantenimiento de sus dos ámbitos residenciales. Las esporádicas visitas y reuniones con familiares —entre ellos, hermanos dedicados a la música y a la pintura, y parientes políticos relacionados con el arte— reforzaron en aquellos años una red doméstica en la que el trabajo creativo era parte de la vida ordinaria.
A lo largo de la década de 1950, Wyeth expuso con regularidad y vio crecer el interés de coleccionistas y museos por sus pinturas y dibujos. Su presencia en los circuitos de exhibición se mantuvo estable, con muestras en diversas instituciones estadounidenses que lo fueron incluyendo en sus colecciones. Paralelamente, la vida en Chadds Ford siguió un curso organizado y previsible: días de estudio, contactos puntuales con galerías, y temporadas en Maine, donde el matrimonio cuidó de una red de amistades y vecinos con quienes compartían labores prácticas y atenciones cotidianas. En esos años, y durante los que siguieron, Wyeth evitó los viajes largos y las giras promocionales, y se mantuvo fiel a una rutina que le permitía trabajar sin interrupciones en sus estudios de Pensilvania y de Maine.
En la década de 1960, el artista alcanzó una visibilidad pública más amplia, con exposiciones de mayor escala y presencia sostenida en museos y publicaciones estadounidenses. La vida personal conservó, sin embargo, el mismo patrón de discreción y estabilidad: el matrimonio continuó alternando sus residencias de acuerdo con las estaciones del año, con Chadds Ford como base y Cushing como destino de veraneo y de trabajo intensivo durante los meses templados. Las relaciones de Wyeth con modelos y vecinos se desarrollaron de manera cercana y continuada; en ambos lugares, el pintor estableció vínculos de confianza que le permitían trabajar sin interferencias externas. A comienzos de esa década, Andrew y Betsy habían afianzado un sistema de archivo doméstico y de gestión de obra que incluía la catalogación y el cuidado material de dibujos, acuarelas y pinturas, además de la documentación de sus movimientos entre Pensilvania y Maine.
En los primeros años de la década de 1970, Wyeth inició una serie de sesiones de trabajo con Helga Testorf, vecina de origen alemán en Chadds Ford. A lo largo de más de una década, realizó numerosos dibujos, acuarelas y pinturas que permanecieron fuera del ámbito público. Continuó, en paralelo, con su producción regular y sus compromisos con galerías e instituciones. La rutina cotidiana siguió girando en torno a su estudio, con desplazamientos cortos por el valle del Brandywine y visitas periódicas a las propiedades de amigos y vecinos. En términos familiares, los hijos crecieron y emprendieron sus propios caminos; Jamie, todavía joven, empezó a mostrar sus primeras obras y a integrarse en el ambiente artístico. En el hogar, el matrimonio Wyeth mantuvo hábitos de vida sobrios y un círculo social reducido, con comidas compartidas, paseos y una administración meticulosa de agendas y correspondencia, en la que Betsy desempeñaba un papel esencial.
En 1986, el conjunto de obras realizadas con Helga Testorf se dio a conocer al público en una exposición ampliamente difundida. La revelación incluyó dibujos, acuarelas y óleos realizados durante los años anteriores en Chadds Ford y sus alrededores. La muestra suscitó gran atención y generó una intensa circulación de información biográfica sobre el artista. En el plano personal, el matrimonio continuó con su vida habitual en Pensilvania y con sus viajes estacionales a Maine. A lo largo de la segunda mitad de la década de 1980, Wyeth siguió trabajando con regularidad en su estudio, atendiendo compromisos expositivos y manteniendo un calendario ordenado que alternaba temporadas de trabajo concentrado con breves períodos de reuniones y entrevistas. En sus desplazamientos, evitó en lo posible los itinerarios largos y privilegió una presencia sostenida en sus dos entornos de siempre.
Durante la década de 1990, Wyeth continuó activo y mantuvo la producción en pintura y dibujo, con nuevas muestras en instituciones estadounidenses que lo incluyeron en exhibiciones monográficas y colectivas. En lo doméstico, Andrew y Betsy cuidaron la conservación de casas y estudios, con atención a las reparaciones y mejoras necesarias en Chadds Ford y en Maine. El pintor mantuvo sus hábitos de trabajo: levantarse temprano, revisar apuntes y cuadernos, y trasladar al estudio las ideas surgidas en caminatas y recorridos breves por las inmediaciones de su casa. En estos años, la familia amplió el círculo con la llegada de nuevas generaciones; el artista participó en reuniones familiares y acontecimientos privados, manteniendo, sin embargo, la preferencia por la intimidad y la reserva. Siguió concediendo entrevistas puntuales, generalmente en contextos asociados a exposiciones, y prefirió conversaciones concisas centradas en hechos, fechas y circunstancias de trabajo antes que comentarios interpretativos.
En los primeros años del siglo XXI, la actividad expositiva de Wyeth se sostuvo con retrospectivas y muestras de selección amplia en varias ciudades de Estados Unidos. En su vida diaria no se produjeron cambios sustanciales: permaneció en Chadds Ford gran parte del año y viajó a Cushing, Maine, durante las temporadas habituales. En el ámbito familiar, la salud de ambos cónyuges, ya en edades avanzadas, se atendió con rutinas médicas ordinarias y ajustes domésticos. Andrew frecuentó de manera constante los mismos recorridos a pie por el valle del Brandywine y mantuvo su costumbre de trabajar a partir de apuntes y dibujos. Su correspondencia con instituciones y coleccionistas siguió canalizándose a través de Betsy, que registraba entradas y salidas de obras, permisos de reproducción, préstamos para exposiciones y consultas bibliográficas. En esta etapa, el artista participó en actos conmemorativos y en inauguraciones cuidadosamente seleccionadas, sin alejarse de la línea de discreción que había caracterizado su carrera.
El 16 de enero de 2009, Andrew Wyeth falleció en su hogar de Chadds Ford a los 91 años. La noticia fue comunicada por la familia y por instituciones cercanas que mantuvieron con él una relación de larga data. Tras su muerte, se organizaron velorios privados y homenajes institucionales acordes con la trayectoria y la vida discreta del artista. Sus restos fueron inhumados en Maine, en la localidad de Cushing, lugar al que había estado vinculado desde su juventud y donde la familia había pasado temporadas durante décadas. En los meses siguientes, museos y coleccionistas coordinaron préstamos y exhibiciones conmemorativas que presentaron pinturas y dibujos de diferentes períodos, y la familia se ocupó de la continuidad de los archivos y de la gestión de documentación, catálogos y registros de obras.