Los manuscritos judaicos
Después del exilio en Babilonia en el 587 a.de C . y nuevamente después de que los romanos aplastaran las sublevaciones de los judíos en el año 70 y el 135 d. de C. La población judia de Israel se dispersó. Tras la segunda revuelta contra los romanos, Israel dejó de existir como ente político. El pueblo, la religión y la cultura judíos siguieron viviendo en la diáspora (palabra de origen griego que significa «dispersión») por todo el mundo conocido. Los manuscritos judaicos iluminados que se produjeron en toda Europa durante la época medieval son preciadas obras maestras del diseño gráfico. La creencia generalizada de que las tradiciones judaicas rechazaban el arte figurativo no es del todo cierta; por el contrario, se estimulaba la ornamentación artística por motivos educativos o para adornar los objetos religiosos, incluidos los manuscritos, como una manera de expresar reverencia por los objetos y los escritos sagrados.
Muchos de los mejores manuscritos iluminados judaicos forman parte de la Hagadá, que contiene la literatura religiosa judía e incluye relatos históricos y proverbios, sobre todo la saga del éxodo judío desde Egipto. La Hagadá de Washington (abajo) es un representante ejemplar del género: es uno de los once manuscritos iluminados conocidos creados por el prolífico artista y escriba Joel Ben Simeón, que trabajó en el norte de Italia y en Alemania a finales del siglo XV. La caligrafía hebrea ejecutada con maestría, a menudo acompañada por iniciales en oro sobre placas ornamentadas de un azul luminoso, ocupa la parte central de cada página. La palabra primaba y las imágenes desempeñaban un papel secundario y quedaban relegadas a unos márgenes amplios en la parte lateral o inferior del espacio. Ben Simeón dibujaba sus ilustraciones con una delicada técnica muy detallada de pluma y tinta de color. Los dibujos de personas, animales y pájaros están realizados con gran sensibilidad.
Los manuscritos iluminados judaicos son relativamente escasos, si bien las copias que se conservan, revelan una erudición sorprendente, ilustraciones meticulosas y belleza caligráfica.
Los manuscritos islámicos
El islamismo, una de las grandes religiones del mundo, surgió de las enseñanzas de Mahoma que se registran en el Corán. Este libro sagrado constituye la autoridad divina para la vida religiosa, social y civil en las sociedades islámicas que se extienden desde el mar Báltico hacia el Sur, hasta el África ecuatorial, y desde la costa atlántica de África hacia el este, hasta Indonesia. Se han hecho centenares de miles de copias manuscritas del Corán, desde las pequeñas de tamaño de bolsillo hasta ediciones imperiales con ilustraciones espléndidas. Mahoma instaba a sus seguidores a que aprendieran a leer y escribir, y la caligrafía no tardó en convertirse en un instrumento importante para la religión y el gobierno.
La decoración de los manuscritos islámicos tuvo orígenes modestos. Los primeros calígrafos que escribieron las copias del Corán hechas en los siglos VII y VIII enbellecían las marcas que ponían en las vocales y dibujaban adornos en forma de rosas para separar los versos. A lo largo de los siglos, la ornamentación se fue volviendo cada vez más minuciosa y los diseños geométricos y los arabescos intrincados que llenaban el espacio se convirtieron en expresiones trascendentales de la naturaleza sagrada del Corán (abajo). Las formas geométricas que contien en caligrafía están rodeadas de diseños orgánicos rítmicos que varían desde formas vegetales hasta arabescos abstractos.
No se utilizaban ilustraciones figurativas, porque la sociedad islámica estaba en contra de las representaciones de criaturas vivas, basada en la creencia de que Dios es el único que puede crear vida y que los mortales no tienen que hacer figuras de cosas vivas ni crear imágenes que se puedan utilizar como ídolos. Aunque este principio se aplicaba rigurosamente en muchas zonas musulmanas, como el norte de África y Egipto, las imágenes se toleraban en algunas regiones islámicas, siempre que se restringieran a las dependencias privadas y los harenes palaciegos.
Probablemente antes del 1000 d. de C ., las pinturas en miniatura aparecieron en los libros persas y se convirtieron en un aspecto importante de la iluminación de libros. En Persia (el actual Irán), los artistas desarrollaron los atributos que caracterizaron los manuscritos islámicos ilustrados, porque los sah reinantes auspiciaron la creación de obras de arte con detalles minuciosos, patrones exactos y colorido vibrante. Algunos de los mejores manuscritos islámicos fueron diseñados durante la dinastía Safawí (1502-1736); la influencia de los artistas persas se extendió al imperio otomano (un territorio creado por tribus turcas, que conquistaron Constantinopla en 1453 y gobernaron un vasto imperio durante más de cuatrocientos años) y al mogol (del urdú mughal, nombre utilizado para los musulmanes procedentes de Mongolia, Turquía y Persia, que conquistaron y gobernaron India de 1526 a 1857). Los emperadores mogoles fundaron una importante escuela islámica de iluminación después de llevar artistas persas a India en el siglo XVI, para enseñar a los artistas locales. Aves, animales, plantas, y la arquitectura autóctona de la región se incorporaron a los manuscritos mongoles.
La figura de abajo es representativa del manuscrito islámico ilustrado. La vida profesional y personal del emperados mongol-indio Shah Jahan (reinó de 1627 a 1658), que mandó construir obras maestras de la arquitectura como el Taj Mahal, se narra y se ilustra en páginas completas y páginas dobles. La escritura caligráfica está contenida en paneles intrincados. Los espacios libres entre las líneas de caligrafía, se llenan con configuraciones doradas orgánicas que dependen de las formas de las palabras. Estos espacios negativos se convierten en formas concretas. El texto y las ilustraciones se encuadran con líneas multiples, y se rodean de marcos ornamentales complicados, que van desde arabescos florales, hasta motivos repetitivos y estructuras geométricas arquitectónicas.
Las ilustraciones pintadas con meticulosidad forman parte de la gran tradición de la pintura persa, que fue fundamentalmente el arte de los ilustradores de libros a partir del siglo XIV. El espacio es llano y poco profundo; los planos de tierra y de cielo son paralelos al plano del cuadro. Las figuras y los objetos se describen mediante lineas de contorno meticulosas que encierran zonas de color plano, o a veces con modulaciones sutiles. La modulación tonal y los patrones de luces y sombras suelen ser mínimos o inexistentes. La arquitectura se define mediante planos geométricos. Se aplican patrones decorativos intrincados alfombras, vestimentas, y estructuras. Las plantas se dibujan como estilizaciones esquemáticas, prestando mucha atención a los detalles, y con una repetición profusa de flores y hojas. La energía cromática se alcanza mediante la combinación de colores cálidos y frios, y claros y oscuros.
El diseño de los manuscritos islámicos tuvo una tradición larga y variada, con numerosas escuelas, influencias, y enfoques estéticos. La proximidad geográfica con Asia al Este y con Europa al Oeste permitió la asimilación de ideas de diseño procedentes de otras culturas. Durante más de mil años, los manuscritos islámicos mantuvieron las tradiciones de excelencia artística y se siguieron produciendo mucho después de que la impresión tipográfica sustituyera a los libros manuscritos en el resto del mundo. En el siglo XIX aún se encargaron obras importantes.
Los manuscritos iluminados a finales de la Edad Media
Durante las décadas de transición, a medida que la época mediaval cedía paso al Renacimiento europeo, la producción de manuscritos iluminados para uso privado se fue volviendo cada vez más importante. A principios del siglo XV, el Libro de Horas se convirtió en el libro más popular de Europa. Este devocionario privado contenía textos religiosos para cada hora del día, plegarias y calendarios con las fiestas de los santos más importantes. La cima del libro iluminado europeo se alcanzó a principios del siglo XV, cuando un ferviente aficionado a los libros hermosos, el noble francés y hermano del rey Carlos V, Jean, duque de Berry (1340 -1416), dueño de una vasta porción del centro de Francia, instaló en su castillo a los hermanos Limbourg, de origen flamenco, para establecer un scriptonum privado. El duque de Berry poseía una de las mayores bibliotecas privadas del mundo en aquella época, con ciento cincuenta y cinco libros, entre los cuales figuraban catorce Biblias y quince Libros de Horas.
Poco se sabe sobre las vidas breves de Pol, Herman y Jean Limbourg. Se cree que los tres nacieron después de 1385. Eran hijos de un tallista en madera flamenco y los tres fueron aprendices de un orfebre, y a continuación es probable que se formaran en un importante scrptorium de París, despuésdel 1400. El duque de Berry contrató a Pol Limbourg en 1408 para dirigir su taller. Es probable q ue Pol se encargara del diseño y la distribución. Parece que la relación entre el mecenas y el diseñador-ilustrador fue estrecha porque, el día de Año Nuevo de 1411, los hermanos Limbourg obsequian al duque un libro falso que consistía en un bloque de madera encuadernado en terciopelo blanco con un cierre de esmalte adornado con un escudo de armas.
A principios del siglo XV los hermanos Limbourg estaban a la vanguardia de la evolución en la interpretación de la experiencia visual. La tendencia gótica hacia la abstracción y la estilización se invirtió, porque ellos buscaban un realismo convincente. Se empleó la perspectiva atmosférica para empujar hacia atrás y profundizar planos y volúmenes, y se hizo un esfuerzo sistemeatico para alcanzar la perspectiva lineal. Las dotes excepcionales de observación de los Limbourg, sumadas a su notable habilidad para la pintura, les permitieron impulsar el diseño de libros iluminados y la ilustración, hasta su cénit. Su obra transmite una fuerte sensación de masa y volúmen; en algunas ilustraciones se crean claros y sombras con una sola fuente de luz.
La obra maestra de los hermanos Limbourg fue "Les tres riches heures du duc de Berry" (abajo). Las primeras 24 páginas son un calendario ilustrado. Cada mes tiene una doble página con una ilustración de género relacionada con las actividades estacionales del mes en la página izquierda, y un calendario con el santoral a la derecha. Coronan las ilustraciones unas tablas astronómicas gráficas que representan las constelaciones y las fases de la luna. La escena rural invernal correspondiente a febrero, incluye un edificio con un corte transversal para ver el interior con la gente que se calienta a la lumbre. La página del calendario incluye el santoral y emplea tintas rojas y azules intensas para las letras. Una estructura cuadriculada a lápiz establecía el formato que contenía la información.
Les tres riches heures es un libro ilustrado. Las ilustraciones predominan en el diseño de las páginas, algunas de las cuales sólo contienen cuatro líneas de texto escritas en dos columnas debajo de las ilustraciones. Las iniciales decoradas alargan las hojas de acanto que se arremolinan, a veces acompañadas por ángeles, animales o flores en los amplios márgenes.
Los aprendices se entretenían moliendo los colores sobre una placa de mármol con una moleta. El medio consistía en agua mezclada con goma arábiga o tragacanto como aglutinante para que el pigmento se adhiriera a la vitela y conservara la imagen. Los hermanos Limbourg usaban una paleta de diez colores, además de negro y blanco. Los colores incluían azul cobalto y ultramarino y dos verdes, uno hecho con un carbonato de cobre y el otro, con hojas de lirio. Las láminas de oro y la pintura de oro en polvo se usaban en abundancia. Por su minucioso detallismo, resulta evidente que usaban una lupa.
Los hermanos Limbourg no vivieron lo suficiente para acabar esta obra maestra, porque los tres murieron antes de febrero de 1416, y el duque de Berry falleció el 15 de julio de 1416; es posible que fueran víctimas de una epidemia o una peste terrible que se supone que asoló Francia aquel año. El inventario de la biblioteca del duque, realizado después de su muerte, indica que la mitad de sus libros eran obras religiosas, una tercera parte eran libros de historia y la colección se completaba con volúmenes sobre geografía, astronomía y astrología.
Durante los mismos años en los que los Limbourg creaban libros hechos a mano, apareció en Europa un nuevo medio de comunicación visual: la xilografía. Apenas faltaban tres décadas para la invención del tipo móvil en Occidente. La producción de manuscritos iluminados continuó durante el siglo XV y hasta en las primeras décadas del XVI, pero esta artesanía milenaria, que se remonta a la antigüedad, estaba condenada a desaparecer ante el libro tipográfico.