+54 11 3326 9835
contact@formandart.com
11 a.m. to 19 p.m. GMT


Los manuscritos iluminados (III)

El diseño de libros celta

El período comprendido entre la caída de Roma y el siglo V, fue una época de migraciones y de gran agitación en toda Europa, porque distintas tribus étnicas luchaban por un territorio. Aquellos tiempos agitados constituyeron las décadas más oscuras de la Edad Media. Las hordas errantes de bárbaros germánicos no invadieron la isla de Irlanda, enclavada en un rincón remoto de Europa, y los celtas que vivían allí disfrutaron de un aislamiento y una paz relativos. A principios del siglo V, el legendario San Patricio y otros misioneros comenzaron a convertir rápidamente a los celtas al cristianismo. En una fusión fascinante de cultura y religión, los templos paganos se convirtieron en iglesias y se adornaron con motivos celtas los cálices y las campanillas que los misioneros habían llevado a Irlanda.

El diseño celta es abstracto y sumamente complejo; los motivos geométricos lineales zigzaguean, se retuercen y llenan el espacio de texturas visuales gruesas y los colores, brillantes y puros, se emplean en estrecha yuxtaposición. Esta tradición artesanal celta de diseños decorativos intrincados y bastante abstractos se aplicó al diseño de libros en los scriptoria monásticos y así surgieron un concepto y una imagen nuevos del libro. Una serie de manuscritos que contienen las cuatro narraciones de la vida de Jesucristo son la culminación del diseño de libros celta. El Libro de Durrow, escrito y diseñado en torno al 680, es el primer libro celta totalmente diseñado y ornamentado; al principio se suponía que había sido creado en Irlanda, pero en la actualidad se cree que procedía de las islas británicas y que fue escrito y adornado por escribas irlandeses.

El Evangelio de Lindisfarne, escrito por Eadfrith, obispo de Lindisfarne, antes del 698, representa el pleno florecimiento del estilo celta. La obra maestra de la época es el Libro de Kells, creado en el monasterio insular de Iona alrededor del año 800. Innumerables horas de trabajo se prodigaron en cada página, cuyo color y forma vibrantes ofrecen un contraste deslumbrante con el ambiente austero y recluido y con el voto de silencio que había en el scriptorium monástico.


Imagen 1: El Libro de Durrow, escrito y diseñado en torno al 680.



Imagen 2: El Libro de Durrow, página inicial. Evangelio según San Marcos, 680. Una ele y una ene ligadas se convierten en una forma estética de hebras entrelazadas y motivos en espiral enrollados.


La ornamentación se utilizaba de tres formas: se creaban orlas o marcos ornamentales en torno a ilustraciones que ocupaban toda una página (imagen 1); se elegían las páginas iniciales de cada evangelio y de otros pasajes importantes para iluminarlas, sobre todo mediante el diseño de iniciales floridas (imagen 2), y se encuadernaban con el manuscrito unas páginas completas de diseño decorativo llamadas «páginas tapiz». Este nombre surgió porque el diseño atestado presentaba el patrón intrincado que se asocia con los tapices orientales. Como se puede ver en una «página tapiz» del Evangelio de Lindisfarne (imagen 3), una cruz celta del siglo VII o algún otro motivo geométrico se convertía en una forma organizadora que aportaba estructura a las lacerías y lacertines que llenan el espacio. La lacería era una ornamentación en dos dimensiones formada por una cantidad de cintas o tiras entretejidas para formar un diseño complejo, por lo general simétrico. Es evidente que se utilizaban instrumentos de dibujo mecánico para elaborar muchos de los diseños de los manuscritos celtas. Las lacerías creadas mediante formas de animales se llamaban «lacertines». La mayoría de las formas eran inventadas o se basaban en modelos previos. El diseñador o el ilustrador celta no tenía que ser un observador meticuloso de la naturaleza.


Imagen 3: Evangelio de Lindísfarne, página tapiz frente al comienzo de San Mateo, ca. 698. Una cuadrícula matemática sepultada bajo la lacería de pájaros y cuadrúpedos aporta estructura a las partes texturadas. Una cruz roja contorneada, con «botones» blancos redondos, aporta estabilidad intemporal a su energía revuelta.


Las iniciales grandes en las páginas iniciales se fueron agrandando en los libros más nuevos a medida que transcurrían las décadas. Integrar estas iniciales con el resto del texto planteaba problemas de diseño, pero los monjes los resolvían mediante un principio gráfico llamado diminuendo, que es una escala decreciente de la información gráfica. En la primera página del Evangelio según San Marcos del Libro de Durrow (imagen 2), con las primeras letras de la palabra «Initium» se crea un gran monograma que ocupa buena parte de la página. La gran inicial doble va seguida, en tamaño decreciente, por una inicial más pequeña, las cuatro letras finales de la primera palabra, las dos palabras siguientes y el texto. Esta escala descendente vincula la inicial grande con el texto. Una líneas rojas en forma de ese o unos puntos unen cada línea de texto con la inicial y unifican aún más los elementos. La pauta de puntos rojos convierte las tres primeras palabras en rectángulos y contornea las primeras letras de cada verso. En definitiva, se crea un sistema de diseño armonioso. Estos puntos rojos se usaban con profusión y a menudo se pintaban con acuarela los espacios negativos que quedaban dentro de las letras y entre ellas. Algunas veces los pigmentos se utilizaban en capas gruesas y opacas, mientras que otras eran finos y traslúcidos como el esmalte.


Imagen 4: El Libro de Kells, página de la chi-rho, 794-806. Entre espirales y lacerías intrincadas, el ilustrador ha dibujado trece cabezas humanas, dos gatos, dos ratones que observan tranquilamente a otros dos tirando de una galleta y una nutria sujetando un salmón.


En los Evangelios, el nombre de Jesucristo se menciona por primera vez en el versículo 18 del primer capítulo de Mateo. El iluminador crea una explosión gráfica, utilizando el monograma «XPI». Esta combinación de letras, que se utiliza para escribir «Cristo» en los manuscritos, se denomina la «chi-rho», por las dos primeras letras de la palabra griega para Cristo: chi (equis) y rho (pe). La «chi-rho» del Libro de Kells (imagen 4) está compuesta con un colorido brillante y unas formas intrincadas y enrevesadas que florecen por toda la página. Los autores de los cuatro evangelios estaban presentes en forma de seres simbólicos (imagen 5): a San Marcos por medio de un león, a San Lucas por medio de un buey y a San Juan por medio de un águila.


Imagen 5: El Libro de Kells, los símbolos de los cuatro evangelistas, ca. 794-806. Alados y estilizados casi hasta la abstracción, el hombre de Mateo, el león de Marcos, el buey de Lucas y el águila de Juan flotan en cuatro rectángulos rodeados por un marco muy ornamentado.


Una innovación radical en el diseño de los manuscritos celtas consistió en dejar espacio entre las palabras para que el lector pudiera distinguirlas enseguida en la sucesión de letras. La escritura semiuncial viajó a Irlanda con los primeros misioneros y, tras experimentar unos cambios ingeniosos, se convirtió en la scriptura scottica, o «escritura insular», como se denomina actualmente, para adecuarse a las tradiciones visuales locales. Estas semiunciales se convirtieron en el estilo de forma de letra nacional de Irlanda y se usan todavía para escritos especiales y como estilo característico. Los caracteres redondeados, trazados con la pluma ligeramente en ángulo, están muy inclinados y las astas ascendentes se tuercen hacia la derecha. En la parte superior de las astas ascendentes aparece un triángulo tosco y el trazo horizontal de la última letra de una palabra (sobre todo si es una e o una zeta) sale volando hacia el espacio que queda antes de la siguiente. La página de texto del Libro de Kells demuestra el cuidado con que se hacía la escritura insular. Los caracteres a menudo se unen por el centro o por la base.

Curiosamente, estas semiunciales tan bonitas y escritas con tanto cuidado transmiten un texto descuidado, que contiene faltas de ortografía y malas interpretaciones. A pesar de todo, el Libro de Kells es el apogeo de la iluminación celta. Su diseño noble cuenta con márgenes generosos e iniciales inmensas. Muchas más ilustraciones a toda página que en ningún otro manuscrito celta se ejecutan con notable densidad y complejidad de forma; con sus más de dos mil cien mayúsculas adornadas, cada página es un placer para la vista. A lo largo de sus 339 hojas, las oraciones florecen de vez en cuando con iluminaciones a toda página.

La magnífica escuela celta de diseño de manuscritos finalizó bruscamente antes de que se acabara el Libro de Kells. En el 795, llegaron por primera vez a las costas de Irlanda unos atacantes procedentes del Norte y entonces comenzó un período de intensos enfrentamientos entre los celtas y los vikingos. Tanto Lindisfarne como Iona, sedes de dos de los principales scriptoria de la historia medieval, fueron destruidos. Cuando los invasores del Norte irrumpieron en la isla de Iona, donde se estaba acabando de hacer el Libro de Kells en el scriptorium del monasterio, los monjes se lo llevaron a Kells en su huida y allí continuaron trabajando en él. Sólo se pueden hacer conjeturas sobre si se perdieron o no magníficos manuscritos iluminados, o sobre los volúmenes espléndidos que se podrían haber diseñado si hubiera seguido habiendo paz y estabilidad para los celtas en Irlanda.


Recopilación del libro "Historia del diseño gráfico", de Philip B. Meggs y Alston W. Purvis.