Xilografía es la palabra técnica para designar la impresión de una superficie tallada en relieve que tuvo origen en Asia. Se llama «tipografía» a la impresión con trozos de metal o madera independientes, móviles y reutilizables, cada uno de los cuales tiene la forma de una letra en relieve sobre una de sus caras. Esta definición escueta no deja traslucir el inmenso potencial para el diálogo humano ni los nuevos horizontes para el diseño gráfico que desató este invento extraordinario que, a mediados del siglo XV, logró un inquieto inventor alemán cuyo retrato y cuya firma se han perdido ante el paso implacable del tiempo. La invención de la tipografía figura cerca de la creación de la escritura como uno de los avances más importantes de la civilización. La escritura brindó a la humanidad un medio de almacenar, recuperar y documentar el conocimiento y la información más allá del tiempo y el espacio; la impresión tipográfica permitió la producción económica y múltiple de una comunicación alfabética. El conocimiento se difundió con rapidez y el alfabetismo aumentó como consecuencia de este invento notable.
Varios factores crearon en Europa un ambiente que hizo factible la tipografía. La demanda de libros se había vuelto insaciable. La creciente clase media instruida y los alumnos que asistían a las universidades en rápida expansión habían creado un inmenso mercado nuevo para el material de lectura. El proceso lento y costoso de la fabricación de libros apenas había cambiado en un milenio. Para hacer un libro sencillo de doscientas páginas un escriba tenía que trabajar cuatro o cinco meses y las veinticinco pieles de borrego que hacían falta para el pergamino eran más caras aún que su trabajo.
En 1424, sólo había ciento veintidós libros manuscritos en la biblioteca de la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y es probable que la biblioteca de cualquier noble acaudalado, cuyos libros fueran sus bienes más preciados y codiciados, tuviera menos de dos docenas de volúmenes. Un libro valía lo mismo que una finca rústica o una viña. Como consecuencia del aumento continuo de la demanda, los comerciantes independientes desarrollaron una división del trabajo como en una cadena de montaje, con especialistas para hacer las letras, las iniciales decorativas, la ornamentación en oro, la corrección de pruebas y la encuadernación. Ni siquiera con esta explosión en la producción de libros manuscritos se podía satisfacer la demanda.
Sin papel, la velocidad y la eficacia de la imprenta habrían sido inútiles. La fabricación de papel había concluido su viaje largo y lento desde China hasta Europa, con lo cual se podía contar con un soporte abundante. Transcurrieron más de seiscientos años antes de que la fabricación de papel, que se difundió hacia el oeste siguiendo las rutas de las caravanas desde el océano Pacífico hasta el Mediterráneo, llegara al mundo árabe. Tras repeler un ataque chino a la ciudad de Samarkanda, en el 751, las fuerzas de ocupación árabes capturaron a algunos fabricantes de papel chinos. Gracias a la abundancia de agua y de las cosechas de lino y cáñamo, Samarkanda se convirtió en un centro de fabricación de papel y el oficio se extendió a Bagdad y Damasco y llegó a Egipto alrededor del siglo X; desde allí se difundió por todo el norte de África, llegó a Sicilia en 1102 y a España, con los árabes, a mediados del siglo XII. En 1276 había una fábrica de papel en Fabriano (Italia) y hubo otra en Troyes (Francia) en 1348.
La filigrana (abajo), un emblema transparente que se produce al presionar sobre el molde un diseño en relieve y que se ve a contraluz, se usaba en Italia en 1282. Se desconoce el origen de este elemento de diseño. Al principio se ponían las marcas de las fábricas de papel, las de cada artesano y tal vez símbolos religiosos. Como las mejores marcas se imitaban, comenzaron a usarse para designar el formato de la hoja y del molde y la calidad del papel. Sirenas, unicornios, animales, flores y escudos heráldicos aparecían con frecuencia como motivos de diseño.
El comienzo de la xilografía en Europa
La aparición en Europa de la impresión con bloques de madera grabados es bastante misteriosa. Cuando los cruzados abrieron Europa a la influencia oriental, la impresión en relieve llegó detrás del papel. Los naipes y las estampas religiosas fueron sus primeras manifestaciones. La prueba circunstancial indica que, al igual que el papel, la impresión en relieve a partir de bloques de madera también se desplazó hacia el oeste desde China. A principios del siglo XIV se estampaban diseños pictóricos sobre tela en Europa. Jugar a las cartas era muy popular y, a pesar de estar prohibido y de las denuncias de los clérigos fervorosos, este en tretenimiento estimuló una próspera industria clandestina de la xilografía, posiblemente antes del 1400.
En 1415 , el duque de Milán jugaba a las cartas con tablillas de marfil que llevaban imágenes pintadas por artistas famosos y los nobles flamencos usaban láminas de plata grabadas. En toda Europa, la clase trabajadora se reunía en las tabernas y al borde de los caminos para jugar con cartas xilografiadas y pintadas con plantillas sobre papel basto (arriba). Los naipes fueron las primeras obras impresas que entraron en una cultura analfabeta, convirtiéndose así en la primera manifestación europea de la capacidad democratizadora de la imprenta. De este modo, campesinos y artesanos podían jugar a lo mismo que jugaban los reyes. Como estas cartas presentaron a las masas el reconocimiento de símbolos, las secuencias y el razonamiento lógico, por su valor intrínseco fueron más que un mero entretenimiento.
Las primeras xilografías europeas conocidas con una función comunicativa fueron las estampas piadosas de los santos (figuras de arriba), que abarcaban desde imágenes pequeñas que cabían en una mano hasta imágenes más grandes, de 25 por 35 centímetros. La imagen y las letras se tallaban en el mismo bloque de madera. De estas primeras impresiones se pasó a los libros de bloque (figuras de abajo), que eran libros ilustrados con xilografías de temas religiosos y poco texto. Cada página se grababa en un bloque de madera y se imprimía como una unidad completa de palabras e imágenes. Como la mayoría de los pocos ejemplares que se conservan se imprimieron en Holanda después de 1460, no se sabe si el libro de bloque precedió al libro tipográfico. El libro de bloque tenía ilustraciones sencillas, con predominio de los elementos visuales, como ocurre en los tebeos actuales, y se usaba para la formación religiosa de los analfabetos. Esta forma fue decayendo poco a poco durante el siglo XV, a medida que desaparecía el analfabetismo. Uno de los temas habituales era el Apocalipsis, una advertencia sobre el juicio final y la destrucción del mundo. Los Ars moriendi (manuales sobre el arte de morir) aconsejaban al lector sobre la manera de prepararse para la muerte y de morir bien. La población europea fue diezmada por los grandes ciclos de peste bubónica — la llamaban «la peste negra»— que se cobraron la vida de una cuarta parte de los habitantes del continente durante el siglo XIV e hicieron desaparecer por completo un millar de aldeas o las dejaron en un estado crítico de despoblación; la muerte era una preocupación omnipresente.
En este Ars moriendi (figura de arriba), once ilustraciones representan la tentación del demonio y el consuelo del ángel sobre temas como la fe, la impaciencia, la vanagloria y la hora final de la muerte. Hay trece páginas de texto impreso en bloque. Aunque la aparente razón de ser de los Ars moriendi era ayudar a las personas a enfrentarse con la muerte, también hay que considerarlos ejemplos precoces de propaganda impresa, porque instan al moribundo a dejar de lado el deseo de mantener a su familia para legar sus bienes a la Iglesia.
La mayoría de los libros de bloque tenían entre treinta y cincuenta hojas. Algunos grabados se coloreaban a mano y a veces se usaban plantillas para aplicar zonas planas de color al tejido, al naipe y, posteriormente, a las xilografías de los libros de bloque. Además, hay algunos grabados del siglo XV en los que se usaban bloques de madera para imprimir sobre pasta o goma, espolvoreados con oropel (partículas diminutas y brillantes de metal), incrustaciones (minúsculos cristales de cuarzo coloreados) o borra (lana en polvo). Estos medios se utilizaban como elementos de diseño para aportar a la imagen características táctiles y luminosidad. Los primeros libros de bloque se imprimieron con un tampón manual en tinta de color sepia o gris; las versiones posteriores se imprimieron en tinta negra en una imprenta. Como el tampón manual mellaba demasiado la hoja para poder imprimir por las dos caras, los primeros libros de bloque están impresos por una sola cara. Después de cada doble página había dos páginas en blanco, que por lo general se pegaban para mantener el flujo visual de imágenes y texto. Aunque es posible que el diseñador monástico grabara él mismo sus propios bloques de madera, en el mundo secular los gremios mantenían con rigor la distinción entre diseñador y grabador de punzones [Formschneider]. Los grabadores, que trabajaban a partir del boceto en tinta del diseñador, ya sea en papel o en un bloque de madera, a menudo pertenecían al gremio de los carpinteros.