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Caricatura. La deformación expresiva:
Cómics de humor.


El pato Donald nace como personaje de los dibujos animados en 1934, porque, según parece, la Disney tenía una voz (doblador) que gustaba muchísimo y era oportuno crear un personaje que le diera vida. Inmediatamente llegará a los cómics haciéndose en seguida tan popular como para dedicarle en 1937 una serie exclusivamente suya, dibujada por Al Taliaferro.



A esta serie perteneca la viñeta que mostramos arriba, de 1941. Hoy estamos tan habituados a este tipo de imagen que hasta nos cuesta verlas como caricaturas, y a veces hasta reconocerlas como no humanas. Pero los dos personajes que amenazan a Donald son inequívocamente perros, así como Donald es pato. La costumbre nos hace olvidar incluso que Donald anda normalmente desnudo de la cintura para abajo, porque su chaquetilla constituye toda su indumentaria: y cuando Donald pierde su chaquetilla está desnudo y tiene vergüenza.

En suma, la habilidad de los dibujantes de Disney, y el éxito que la ha acompañado, ha hecho que este modo de representar el mundo aparezca ante nuestros ojos como extremadamente natural, cuando se encuentra en los contextos en que esperamos encontrarlos, naturalmente. La caricatura, en estas situaciones, se ha superado definitivamente a sí misma, convirtiéndose en pura figuración, perdiendo esa característica de deformidad que estamos habituados a asociar con ella.

La tía Jim-jam y el sobrino Gummy de Feminger nos parecen representaciones deformadas de figuras humanas: no pasa lo mismo con los personajes de Disney, cuyo mundo es coherente y perfecto en sí mismo, regido por reglas y convenciones intimamente aceptadas. ¿Acaso nos sorprende la monstruosa diferencia de dimensiones entre Donald y la mayor parte de otros personajes, como se representa en nuestro ejemplo?

Si comparamos la caricatura a lo Disney con la de Feminger nos damos cuenta de algunas otras características. Un aspecto a destacar de los dibujos de Disney es la rotundidad de las líneas: así como Feininger es agudo y anguloso, los personajes de Disney no tienen ningún ángulo, son blandos, redondos, incluso cuando delgados, Las manos son regordetas, los ojos grandes, las líneas que los definen son siempre suaves y moduladas. El efecto es el de un mundo en el que también los personajes más malos tienen las rotundidades de las formas infantiles: y un espíritu aniñado, jocoso, es esparcido por doquier, incluso cuando se explican los abominables planes de Peg-Leg-Pete o de Sylvester Shyster. o cuando se muestran los ingeniosos y malvados artilugios de este último.

Un gran creador de caricaturas es el italiano Benito Jacovítti (figura de arriba)). Algo de la redondez disneyana queda reflejado en sus figuras, pero el espíritu de Jacovitti es mucho más burlesco y paradójico que el de la producción de Disney.
Jacovitti ha inventado prácticamente un modo de hacer caricatura. Bien mirado. los elementos que constituyen los rostros de sus personajes forman un repertorio bastante reducido; cinco o seis tipos de narices, dos o tres bocas, tres o cuatro mentones, un solo tipo de ojos, tres o cuatro bigotes, y apenas algo más. Pero la cantidad de personajes que logra construir Jacovitti con esos elementos es enorme, y todos caracterizados de manera vivísima. Aún cuando, rara vez, los personajes sean caricatiras de personas que existen en realidad, o hayan existido, la semejanza es evidente, signo de que dentro de su propio lenguaje, Jacovitti es capaz de traducir cualquier cosa, interpretando la realidad y reescribiéndola con su estilo.

La viñeta de la figura de arriba nos muestra a la caricatura que vive de la exasperación de caracteres, movimientos y situaciónes estercotipados. La caricatura hace más fácil el reconocimiento de las situaciones porque pone en evidencia precisamente, aquello que estamos acostumbrados a ver en este tipo de situaciones, o lo que esperamos ver. Y eventualmente ezagera, provocando el efecto cómico. La nariz rebanada del soldado simboliza la derrota y la afrenta, pero al mismo tiempo nos tranquiliza el nulo derramamiento de sangre, que la asemeja más al salchichón que hay en el suelo que a una efectiva nariz cortada. El napoleónico y partenopeo gobernador pone verdaderamente «los pies en polvorosa», y los faldones de la chaqueta se le levantan como corresponde; boca y ojos expresan aquí más espanto que en cualquier representación realista, porque esa boca y esos ojos son la boca y los ojos típicos del espanto, y de esta manera se ponen en evidencia más rápidamente que en cualquier representación realista, la cual debería mostrar, al ser realista, muchas otras cosas, y no podría expresar las expresiones más de lo que sucede en la realidad.

Más variado es el repertorio de signos de Altan (figura de arriba).
El sarcasmo de Altán es devastador. Mucho más que en los otros ejemplos, aquí el humorismo se basa en el electo grotesco de la caricatura, y se trata siempre de un humorismo aírado, feroz, despiadado. Las caricaturas de Altun, además de ser expresivas, quieren ser expresionistas, son retratos del vicio, de las malas cualidades. Se subrayan características que descuidaban los otros ejemplos que hemos visto: las bolsas debajo de los ojos, las verrugas en las narices, la grasa bamboleante de las barrigas, la perfidia de las miradas, la vanidad imbécil de los peinados...
Las caricaturas vistas hasta ahora erán bonachonas. Con Altan encontramos, en cambio, un ejemplo del uso incisivo, a veces terrible, que se puede hacer de la caricatura. y del que veremos otros casos relexionando sobre los cómics no humorísticos

Por último, el joven Hunt Emerson (figura de abajo), Un ejemplo de caricatura extremadamente fuerte, deformante, muy grotesca, más deformante que la de Altan, si es posible, Pero utilizada para crear una imagen bonachona y desengañada del mundo, donde todo es más feo y más triste de lo que debería ser y que parece ser, según las palabras de los personajes, pero la vida es bella de todos modos, El pobrísimo saxofonista Max Zillion pasa de una (hilarante, pero sólo para el lector] desilusión a otra. Nunca le pagan y todos se aprovechan de él.

Es la tradición caricaturesca procedente de las corrientes del underground norteamericano, descendiente lejano, a su vez,de los comics satiricos de principios de siglo. Hay algo que recuerda a Krazy Kat (figura de abajo), con su trazo grueso, denso, poco descriptivo.

Recopilación del libro "Los lenguajes del cómic", de Daniele Barbieri. Editorial Paidós, 1998