Quizá se la recuerde más por haber resucitado el estilo prerrafaelita de pintura a finales del siglo XIX, como demuestran sus representaciones morales o medievales de colores vibrantes y extravagantes. El grupo prerrafaelita fue fundado en 1848 por John Everett Millais, William Holman Hunt y Dante Gabriel Rossetti, pero cuando Eleanor asistió a la escuela de arte en 1889, la pintura prerrafaelita estaba liderada por una segunda generación de artistas entre los que se encontraba Edward Burne-Jones. Eleanor admiraba su obra y siguió cuidadosamente sus pasos, lo que contribuyó a mantener vivo el estilo hasta principios del siglo XX. Eleanor no se limitó a pintar. También fue diseñadora, realizó vidrieras y esculturas a pequeña escala, ilustró libros y pintó numerosas acuarelas y óleos.
Siguiendo, en lineas generales, los postulados prerrafaelitas, su pintura se focaliza especialmente en evocar el estilo de los antiguos pintores del Renacimiento, especialmente basándose en los autores y temas propios del Quattrocento, el Trecento y asuntos aún más antiguos, medievales principalmente, y leyendas arcaicas.
Otorgaba a los detalles naturales el mismo valor que al elemento figurativo principal invirtiendo, en cierto modo, la idea académica de una composición organizada jerárquicamente, en la que el fondo quedaba subordinado al foco de interés humano. Trata cada forma de la naturaleza con gran exactitud, de forma única y autónoma. Este detallismo en la representación pictórica motivó la comparación con el alcanzado por la fotografía y por el microscopio. Algunos críticos indicaron que una concentración de detalles tan excesiva creaba una sensación de hiperrealismo que iba más allá de las nociones aceptadas de realismo en el arte.
Una característica de su estilo consiste en vincular las obras plásticas a las de escritores y poetas de renombre para llevarlos a su campo de expresión. Sus temas fueron escena de ambiente medieval, aportando el vestuario y el entorno de dicha época.