Jehan Georges Vibert, pintor académico y crítico de su tiempo, expone en La Science de la peinture (1891) los fundamentos de su práctica artística, revelando una visión que equilibra técnica artesanal y estilo expresivo. Sus reflexiones destacan la importancia de los métodos prácticos, el uso narrativo del color y una composición teatral, todo ello impregnado de su personalidad como artista. A través de sus propias palabras, podemos explorar cómo concebía y ejecutaba su obra, desde los "trucos del oficio" hasta su rechazo a las reglas rígidas.
En lo que respecta a la técnica, Vibert valora profundamente los procedimientos que surgen de la experiencia y la destreza manual, más allá de teorías abstractas. Escribe: "Les ficelles du métier, comme on les appelle, sont les secrets de la peinture, et ces secrets, loin d’être une honte, sont au contraire la gloire de l’artiste. Ce sont des moyens ingénieux, des tours de main, des procédés qui permettent d’exprimer ce que la science pure ne saurait atteindre". ("Los trucos del oficio, como se les llama, son los secretos de la pintura, y estos secretos, lejos de ser una vergüenza, son por el contrario la gloria del artista. Son medios ingeniosos, habilidades manuales, procedimientos que permiten expresar lo que la ciencia pura no podría alcanzar"). Esta defensa de los "secrets" resalta su creencia en la habilidad práctica como esencia del arte. Detalla su proceso con precisión: "Je prépare mes couleurs avec soin, je les étends avec une brosse large ou fine selon l’effet cherché, et je ne crains pas de revenir sur mon travail jusqu’à ce qu’il dise ce que je veux" ("Preparo mis colores con cuidado, los extiendo con una brocha ancha o fina según el efecto buscado, y no temo volver sobre mi trabajo hasta que diga lo que quiero"). Aquí, su técnica se muestra flexible y deliberada, ajustándose al propósito de cada pincelada. Además, su enfoque práctico incluye una preparación meticulosa: "Avant de toucher la toile, je choisis mes tons, je les mélange sur la palette avec une attention qui n’est pas moindre que celle du chimiste dans son laboratoire". ("Antes de tocar el lienzo, elijo mis tonos, los mezclo en la paleta con una atención que no es menor que la del químico en su laboratorio"). Este cuidado evidencia una técnica que, aunque artesanal, es rigurosamente controlada.
El estilo de Vibert, por su parte, se define por un uso intencional del color y una composición narrativa que reflejan su visión única. Sobre el color, afirma: "Le rouge, par exemple, n’est pas seulement une couleur, c’est une force, un cri, une intention. Dans mes cardinals, il ne sert pas qu’à vêtir, il parle". ("El rojo, por ejemplo, no es solo un color, es una fuerza, un grito, una intención. En mis cardenales, no solo sirve para vestir, sino que habla"). Este pasaje ilustra cómo el rojo, un elemento recurrente en sus escenas satíricas de cardenales, trasciende lo decorativo para convertirse en un vehículo de expresión, un rasgo distintivo de su estilo irónico y teatral. Añade una reflexión más amplia sobre el color: "Les couleurs ne sont pas des ornements, elles sont des acteurs dans le drame du tableau; elles doivent chanter ou se taire selon le rôle que je leur donne". ("Los colores no son ornamentos, son actores en el drama del cuadro; deben cantar o callar según el papel que les doy"). Esta metáfora dramática subraya su enfoque estilístico, donde cada tono contribuye a la narrativa visual.
La composición también juega un papel crucial en su estilo, influida por su experiencia como dramaturge. Vibert declara: "Je compose mes tableaux comme un dramaturge monte sa pièce : chaque figure, chaque objet doit jouer son rôle, et l’ensemble doit frapper l’œil d’un seul coup". ("Compongo mis cuadros como un dramaturgo monta su obra: cada figura, cada objeto debe jugar su papel, y el conjunto debe impactar al ojo de un solo golpe"). Esta analogía teatral revela una técnica de estructuración que busca impacto inmediato y cohesión, un estilo que prioriza la claridad y el dinamismo. Sin embargo, su rechazo a la pintura como mera imitación es igualmente central: "Un tableau doit être un miroir de l’âme de celui qui le fait, sinon il n’est qu’une copie froide des choses vues". ("Un cuadro debe ser un espejo del alma de quien lo hace, de lo contrario no es más que una copia fría de las cosas vistas"). Para Vibert, el estilo no es solo técnica, sino una proyección de la individualidad del artista, un eco de su espíritu creativo.
Finalmente, su crítica a la cientifización del arte refuerza tanto su técnica como su estilo. Escribe: "Vouloir faire de la peinture une science exacte, c’est méconnaître sa nature même. La peinture n’est pas une équation qu’on résout, mais une émotion qu’on traduit". ("Querer hacer de la pintura una ciencia exacta es desconocer su propia naturaleza. La pintura no es una ecuación que se resuelve, sino una emoción que se traduce"). Esta postura lo distancia de las tendencias racionalistas de su época, afirmando un enfoque técnico y estilístico basado en la intuición y la sensibilidad. En sus palabras, la pintura es un acto vivo: "L’artiste ne copie pas, il interprète; il ne mesure pas, il sent". ("El artista no copia, interpreta; no mide, siente"). Así, Vibert fusiona una técnica precisa con un estilo personal que privilegia la emoción y la narrativa.