Ningún artista definió mejor el espíritu del realismo ruso que Ilya Repin, uno de los principales defensores de la representación naturalista de cualquier época artística. Nacido en el seno de una familia de campesinos de la actual Ucrania, creció como aprendiz de un pintor de iconos hasta convertirse en un artista de deslumbrante habilidad y perspicacia, creador de obras de asombrosa destreza técnica que también transmitían una profunda sensibilidad hacia la dinámica de las emociones y el sufrimiento humanos, y hacia los acontecimientos históricos y políticos. El compromiso de Repin con el espíritu de la clase de la que surgió le permitió orientar este don hacia un arte de comentario social humano. Al mismo tiempo, le proporcionó una fama dentro de las instituciones del Estado que tanto chocaba con sus ambiciones como las recompensaba. Es una triste ironía que fuera adoptado como patriarca por los monótonos seguidores del Realismo Socialista, pero el poder de su obra resuena mucho más allá de este contexto, o de cualquier otro estrechamente definido.
Ilya Repin fue uno de los más dotados del grupo Peredvizhniki, aunque se mantuvo al margen del movimiento. Los Peredvizhniki, un grupo de pintores rusos que rechazaban el prestigio institucional y los adornos neoclásicos del arte académico ruso, crearon un arte realista que documentaba la vida de los ciudadanos de a pie. Su obra contribuyó al florecimiento internacional de la pintura realista en todo el mundo occidental durante el siglo XIX, desde Gustave Courbet y los artistas de Barbizon en Francia hasta la Escuela del Río Hudson en Estados Unidos.
Dentro de los Peredvizhniki existía un contraste entre pintores como Ivan Shishkin, que retrataba la belleza de la campiña rusa, e Ivan Kramskoi, el gran retratista, más preocupado por la forma y el espíritu humanos. Ilya Repin se hizo famoso por sus pinturas de género que, en cierto sentido, dividían la diferencia entre estos dos enfoques. Con la grandeza de escala de los campos de trigo y los claros del bosque de Shishkin, Repin llenó sus escenas con decenas de individuos, cada uno caracterizado con la misma deslumbrante claridad emocional que uno de los modelos de Kramskoi.
La carrera pictórica de Repin resumía las tensiones de la estética del Realismo. Como arte hipernaturalista de comentario social fue, en cierto sentido, construido a propósito para los objetivos de la propaganda política, proporcionando mensajes punteros a la vez que se mantenía aparentemente fiel a la «realidad». No es de extrañar que el Estado zarista se dirigiera a Repin para que produjera obras que utilizaran a su favor la misma claridad mordaz; ni que un realismo socialista que imitara el estilo de Repin se convirtiera en política de Estado bajo Stalin.