A lo largo de toda su carrera, la poética y el estilo de Quinquela se hermanan con el tema de su elección: La Boca, el puerto y la vida de los trabajadores que lo habitan. No hay en él una adscripción a una escuela o una corriente estilística. Aunque muchas veces asociado con el Impresionismo, Quinquela se escapa constantemente de las reglas de este movimiento, privilegiando el uso expresivo del empaste y el color por sobre el estudio de la luz, todo puesto en función de la vibración y el vigor de las escenas de trabajo que busca plasmar en sus telas.
Sylvia Iparraguirre afirma: “La critica argentina y extranjera lo considera un notable pintor cuyo trato de la materia, a veces trabajada con espátula en empastes que llegan al relieve y el exuberante manejo del color, le dan características únicas. Quedaron en segundo plano las cuestiones formales, los lenguajes en pintura, centro de la problemática de los modernos” (Iparraguirre, 2001). En efecto, su interés por la identidad de su barrio lo distancia de las disquisiciones de los sectores más radicales del arte nuevo, cuyas problemáticas giraban específicamente en torno al lenguaje plástico. No obstante, esto no implica una posición conservadora; la primacía del tema lo lleva a implementar soluciones de su propia creación que se escapan de cualquier fórmula académica.
Fermín Fevre puntualiza: “En la pintura de nuestro artista hallamos una libertad expresiva que se manifiesta en el manejo cromático. Por momentos se acerca a los fauves (…) El movimiento del agua del Riachuelo o del humo que sale de las chimeneas responde, como en el caso de la figura humana, a una esquematización que quita realismo a la escena al tiempo que le da intensidad expresiva” (Fevre, 2001: 55).
La obra "Veleros reunidos" puede tomarse como un ejemplo que condensa varios de los elementos de la poética de Quinquela. En la tela de gran tamaño vemos una escena portuaria en cuyo primer plano se distingue un grupo de estibadores de espalda arqueada que cargan una embarcación. En los sucesivos planos encontramos otras naves estacionadas, con las cubiertas repletas del hormigueo de los trabajadores sin rostro. Hacia el fondo el río se difumina en la línea del horizonte, que enseña retazos de un paisaje fabril urbano. El cruce de las líneas rectas que dibujan a los barcos y sus velámenes dialoga con las pinceladas serpenteantes que sugieren el movimiento y los reflejos del agua del riachuelo. Los obreros son anónimos, todos están hermanados por el esfuerzo que los moviliza y los dobla. La resolución de las formas es veloz y esquemática. El trabajo, tema central de la obra, aparece como elemento que da marco y definición al hombre. Llama la atención el hecho de que la producción de Quinquela gire en torno a una imagen del riachuelo que, ya desde la juventud del pintor, empieza a perder importancia frente al nuevo puerto de Buenos Aires