Gentile da Fabriano aparece en la historiografía como una figura paradigmática del llamado gótico internacional en Italia, identificada por su predilección por la decoración refinada y por una factura detallista que remite a la tradición de la miniatura; esa caracterización es la que repiten las grandes síntesis y las fichas de museo al referirse a su producción. La obra que hoy se reconoce con mayor consenso como su obra cumbre es la Adoración de los Magos fechada y firmada en 1423, encargada por Palla Strozzi para Santa Trinita, pieza que los repertorios de colección catalogan como el ejemplo más representativo de su modo de proceder y de la aspiración a una riqueza visual basada en materiales nobles y en una ejecución minuciosa.
Los rasgos técnicos y materiales que aparecen descritos en las fuentes son consistentes: Gentile trabajó en temple sobre tabla y utilizó con frecuencia pan de oro y aplicaciones metálicas para realzar superficies y detalles; la atención a las pequeñas escenas y a los motivos ornamentales revela una herencia ligada a prácticas de miniaturismo y a la sensibilidad por el detalle que, según las síntesis biográficas, proviene de influencias lombardas y del círculo de miniaturistas y pintores como Michelino da Besozzo. Esa relación con la miniatura y con un repertorio de signos refinados explica la presencia de elementos casi «de gabinete» dentro de escenas de gran formato, donde la profusión decorativa convive con una narración religiosa más tradicional.
En cuanto a tipologías y soportes, la obra de Gentile abarca retablos y tablas para capillas privadas o comunitarias, polípticos y ciclos decorativos de carácter público, incluidas pinturas murales. Los catálogos de exposiciones y las monografías recogen que su producción responde a encargos tanto devocionales como conmemorativos y ceremoniales, encargos en los que la ostentación material y la visibilidad social del objeto tenían tanta importancia como su función litúrgica. Ese repertorio tipológico explica por qué su producción aparece hoy dispersa entre diferentes colecciones: retablos desmontados, predellas trasladadas y pinturas trasferidas a colecciones públicas son parte de la trayectoria material que documentan los catálogos.
Las fuentes especializadas señalan con frecuencia dos líneas en su práctica: por un lado, la riqueza ornamental y el detallismo —que se manifiestan en la minuciosa representación de ropajes, joyas, arneses y accesorios—; por otro, la adaptación a programas iconográficos amplios, que lo llevan a componer escenas complejas donde conviven numerosos personajes y episodios secundarios. Estas constantes aparecen en descripciones de sus paneles y en los estudios de catálogo: la articulación narrativa se sostiene en la repetición de motivos y en la inclusión de episodios minúsculos que, en conjunto, multiplican los puntos de atención del espectador.
Respecto a taller y producción, la bibliografía documentada indica que Gentile actuó como pintor de taller, es decir, en la práctica habitual del periodo coordinando asistentes y colaboradores para cumplir con la demanda de encargos extensos y diversos. Los catálogos de exposición y las monografías recogen la presencia de variantes técnicas y de manos múltiples en obras atribuidas al círculo del artista, lo que impone cautela a la hora de asignar intervenciones a la mano directa de Gentile frente a la ejecución de su taller. Esa dinámica de trabajo explica también las diferencias de factura que pueden apreciarse entre piezas cronológicamente próximas o entre tablas de un mismo retablo hoy disperso.
Los repertorios iconográficos que aparecen en su obra obedecen a temas religiosos convencionales —retablos con la Virgen y santos, escenas de la vida de Cristo y motivos marianos—, pero las fuentes subrayan la tendencia a tratarlos con un lujo de detalles que convierte a los objetos en registros de estatus social y patrocinio. En varios encargos la representación de donantes y de atributos cortesanos ocupa un lugar destacado, y la documentación de comitentes ricos y de familias urbanas acomodadas que lo emplearon confirma que sus pinturas funcionaban también como vehículos de representación social. Esa relación con clientes de alto poder adquisitivo y con instituciones eclesiásticas condicionó tanto la escala de los encargos como la elección de materiales y motivos.
Sobre cronología y evolución estilística, las síntesis académicas coinciden en situar a Gentile en una posición de articulación entre el gótico tardío y los desarrollos tempranos del Quattrocento: su producción de las primeras décadas del siglo XV muestra continuidades con procedimientos decorativos y una predilección por la superficie trabajada, mientras que episodios posteriores de su carrera introducen una mayor preocupación por la organización espacial de la escena, sin renunciar a la exuberancia formal. Las obras datadas, entre ellas la pieza firmada de 1423, sirven de anclaje para establecer una secuencia que los estudios críticos han utilizado para ordenar su producción y para identificar manos relacionadas.
Finalmente, los estudios modernos y el catálogo de la gran monografía-exposición dedicada a su obra han reunido fuentes documentales y materiales que permiten seguir su itinerario creativo y su respuesta a distintos contextos regionales. Esas recopilaciones confirman que su método de trabajo y su repertorio visual se mantuvieron coherentes en términos generales: una preferencia por la riqueza decorativa, el uso de materiales nobles y una capacidad de adaptación a comisiones de gran visibilidad social. Las conclusiones a las que llegan los catálogos recientes colocan a Gentile como un representante sobresaliente de una corriente decorativa que, aunque más próxima al gusto gótico, convivió con los primeros impulsos que desembocarían en otros desarrollos pictóricos del siglo XV.