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Antonio Canova: Análisis de su obra

Canova, el escultor más célebre y tal vez el artista de mayor renombre de su época, fue enormemente prolífico y de una maestría sobrenatural. Renunció al matrimonio y a la vida familiar, dedicando toda su energía a su obra. De su taller salieron varios centenares de obras escultóricas, a menudo en versiones repetidas que permitían al artista "mejorar" sus concepciones, así como un centenar de pinturas. Sus modelos de esbozos en arcilla muestran una espontaneidad asombrosa y una abstracción animada. Como era habitual en su época, Canova empleaba ayudantes para desbastar las composiciones de mármol a partir de sus modelos de yeso, haciendo uso del punteado; fue pionero en el uso de modelos a tamaño natural en lugar de a pequeña escala, y excepcional por su insistencia en tallar personalmente las superficies hasta darles su carácter definitivo. Los mármoles de la mano de Canova muestran un virtuosismo técnico y un atractivo táctil deslumbrantes. Consumado artista neoclásico, respondió a la demanda de su época de una idealización que evocara formas antiguas depuradas, pero dotándolas de delicadas texturas naturalistas que fueron tanto alabadas como reprochadas. Su reputación póstuma se vio afectada tanto por la evolución del gusto como por las numerosas copias y emulaciones de su estilo realizadas por manos que no podían acercarse a la calidad de su talla. Su producción incluye bustos-retrato que exaltan y separan a sus sujetos del mundo de la individualidad pasajera, y cabezas de fantasía que encarnan ideales abstractos de belleza. John Keats (1795-1821) y Lord Byron (1788-1824) elogiaron su obra, solicitada por poderosos de todas las nacionalidades y tendencias políticas. Generoso en la dotación de obras benéficas para las artes, los artistas y su ciudad natal, y heroico en sus esfuerzos por repatriar un patrimonio artístico italiano expoliado, Canova demostró una clarividente preocupación por los patrimonios artísticos nacionales y la conservación de las obras de arte in situ.

Al admirar las estatuas más famosas de Antonio Canova, entre las que se encuentran Psique revivida por el beso de Cupido (1787), Perseo con la cabeza de Medusa (1804-6) y Bailarina con las manos en las caderas (1805-12), nos impresiona sobre todo la belleza prístina y la armonía que transmiten. El Neoclasicismo, movimiento artístico y cultural en el que desempeñó un papel clave, es conocido por restablecer la pureza y la armonía de la antigüedad clásica tras las obras excesivamente decoradas con líneas contorsionadas de acciones en la época barroca y rococó. Era la época del redescubrimiento de Pompeya y Herculano y, en general, el Neoclasicismo era un renacimiento de los estilos de la antigüedad clásica. Sin embargo, bajo el barniz de belleza y armonía clásicas, Canova era un gran innovador que aprendía de la historia a la vez que modernizaba la escultura.

Todo comenzó en Roma a finales del siglo XVIII. A pesar de la floreciente presencia de otras ciudades artísticas en todo el mundo, como Londres y París, Roma seguía teniendo una gran importancia para la formación de un artista. "En el apogeo del Neoclasicismo, era primordial que un artista comprendiera e interpretara las obras maestras de la Antigüedad", afirma Fernando Mazzocca, cocomisario de la reciente exposición Canova y Thorvaldsen: el nacimiento de la escultura moderna, en la Gallerie d'Italia, Piazza Scala, Milán. La suerte quiso que, a lo largo del siglo XVIII, siguieran apareciendo tesoros arqueológicos en la zona, se crearan museos, "Roma era la escuela de arte al aire libre o inmersiva de Europa", afirma Mazzocca. "Gente de todo el mundo, incluida América, visitaba Roma con fines de estudio". Y aunque seguían prestando cierta atención a las esculturas del Renacimiento y el Barroco, no era comparable a la que se dedicaba a la Antigüedad.

En este ambiente, se atribuye a Antonio Canova (1757-1822) el mérito de revitalizar la escultura como género artístico. "Después de la gran producción escultórica de la época barroca, llegó un momento, en Roma, en que el interés por las excavaciones y los artefactos arqueológicos encontrados fue en detrimento de la producción artística real", dijo Mazzocca.

En primer lugar, Canova supuso una revolución técnica y espacial: ya no subordinaba su obra a una arquitectura preexistente. Sus estatuas no se colocaban en nichos. Debían colocarse en el centro de una habitación para que las esculturas fueran el punto focal de un espacio. "Sus esculturas se basan tanto en el movimiento como en el concepto de que una obra de arte debe apreciarse desde un punto de vista de 360 grados", explica Mazzocca. Esto se podía conseguir de varias maneras: se podía caminar alrededor de una estatua o hacer que la propia estatua girara, gracias a un artilugio mecánico colocado en su base y accionado por un mecanismo de cuerda. Otra posibilidad era colocar las estatuas frente a espejos para favorecer dos perspectivas simultáneas. Un buen ejemplo es la Bailarina con las manos en las caderas, captada a medio paso mientras se levanta la falda para facilitar su movimiento de pies. Estaba destinada a ser expuesta sobre un pedestal giratorio.

Resúmen y recopilación de varios textos: Milko A. García Torres


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