Anker pintó, entre otras cosas, retratos de niños, escenas con personajes religiosos e históricos, naturalezas muertas y paisajes rurales. Se diferenciaba de su maestro Gleyre principalmente en que no pintaba sus figuras de manera impecable o estilizada, sino más bien de manera muy vívida.
Dentro de la pintura europea del siglo XIX, Anker fue uno de los creadores más importantes de representaciones de niños. Pintó alrededor de 600 obras al óleo, de las cuales unas 250 representan representaciones de niños, solos o en grupo. En “Knuckle Game” de 1864, Anker pintó un juego grupal que transmite la visión de Anker del juego como la adquisición de habilidades para la vida posterior en la sociedad y el estado. El juego tiene la función de pasar de la sencilla existencia infantil al serio mundo de los adultos. El interés de Anker por los juegos va más allá de los juegos antropológicos, de transmisión cultural y de aprendizaje educativo. Requiere habilidades motoras finas, así como concentración, imaginación constructiva y creatividad. En el retrato “La chica del dominó”, de alrededor de 1900, Anker ilustra el poder creativo de una niña que se concentra tanto en el juego que queda completamente absorta en su mundo infantil. En las representaciones de juegos comunitarios de Anker, el niño experimenta su individualidad a través de sus acciones creativas.
Cuando miramos el mundo infantil de Anker desde la perspectiva del cambio educativo en la Europa del siglo XIX, encontramos un espíritu humanista de mente abierta de la época que está fuertemente influenciado por el contenido de las enseñanzas emergentes del suizo Jean-Jacques Rousseau ( 1712–1778) y Johann Heinrich Pestalozzi (1746–1827). Las obras de Anker impregnan la comunicación de la educación y se cuentan a través de numerosas representaciones individuales de estudiantes con pizarras, cuadernos, bolígrafos y libros escolares. Habla de una época en la que la educación aún no era un hecho para los niños de las zonas rurales y los niños eran vistos como pequeños adultos. No fue hasta 1874 que la educación primaria gratuita fue consagrada en la Constitución Federal Suiza y se hicieron obligatorios nueve años de escolarización obligatoria.
Anker demostró su talento artístico como dibujante a una edad temprana, incluso antes de comenzar a formarse como pintor en París en 1854. Cuando era niño, Anker aprovechaba cada oportunidad para dibujar, en la escuela, en la carretera o en casa. En 1846, durante sus clases privadas de dibujo, recibió uno de los premios escolares por un estudio con lápiz de color de una calavera en la escuela secundaria de Neuchâtel, que posteriormente recibió regularmente. Estos reconocimientos a su talento le dieron al joven presentador la certeza de que tenía las habilidades para convertirse en pintor. Anker fue reconocido tempranamente en el dibujo de figuras en la “École Impériale et Spéciale des Beaux-Arts” de París en 1856 y 1858.
Su espectro de obras sobre papel abarca desde bocetos rápidos, que sirvieron como variantes y borradores, como modelos para los clientes, hasta láminas detalladas que se consideran obras independientes. Finalmente creó 230 dibujos y acuarelas en nombre del editor de Neuchâtel Frédéric Zahn (1857-1919) para su edición Gotthelf de 1894 a 1902, así como para otras publicaciones populares.
Se conocen dibujos a lápiz, carboncillo y tinta, trabajos a la tiza, sanguina, pastel o sepia así como técnicas mixtas en diferentes formatos. Se desconoce el número de obras sobre papel que Anker produjo durante su vida, pero se puede suponer que fueron varios miles. El estilo de su lenguaje de signos abarca desde dibujos a pluma con trazos delicados hasta dibujos con carbón negro fuertemente borrados y fue la base de sus obras de acuarela, loza y pintura al óleo, que constituyen una parte importante de toda su obra.