Henri Matisse está ampliamente considerado como el mayor colorista del siglo XX y como rival de Pablo Picasso en cuanto a la importancia de sus innovaciones. Surgió como postimpresionista y alcanzó prominencia como líder del movimiento fauvista francés. Aunque se interesó por el cubismo, lo rechazó, y en su lugar trató de utilizar el color como base de pinturas expresivas, decorativas y a menudo monumentales. Como escribió polémicamente en una ocasión, buscaba crear un arte que fuera "una influencia tranquilizadora y calmante para la mente, algo así como un buen sillón". La naturaleza muerta y el desnudo siguieron siendo sus temas favoritos a lo largo de su carrera; el norte de África también fue una importante fuente de inspiración y, hacia el final de su vida, realizó una importante contribución al collage con una serie de obras en las que utilizaba formas recortadas de color.
Utilizaba colores puros y el blanco del lienzo expuesto para crear una atmósfera llena de luz en sus cuadros fauves. En lugar de utilizar el modelado o el sombreado para dar volumen y estructura a sus cuadros, Matisse utilizaba zonas contrastadas de color puro, sin modular. Estas ideas siguieron siendo importantes para él a lo largo de toda su carrera.
Matisse estaba muy influido por el arte de otras culturas. Tras asistir a varias exposiciones de arte asiático y viajar al norte de África, incorporó a su estilo algunas de las cualidades decorativas del arte islámico, la angulosidad de la escultura africana y la planitud de los grabados japoneses.
Matisse declaró en una ocasión que quería que su arte fuera "de equilibrio, de pureza y serenidad desprovisto de temas inquietantes o deprimentes", y esta aspiración fue una importante influencia para algunos, como Clement Greenberg, que buscaban en el arte un refugio contra la desorientación del mundo moderno.
La figura humana ocupa un lugar central en la obra de Matisse, tanto en escultura como en pintura. Su importancia para su obra fauvista refleja su sentimiento de que el tema había sido descuidado en el Impresionismo, y siguió siendo importante para él. A veces fragmenta la figura con dureza, otras la trata casi como un elemento decorativo curvilíneo. Algunas de sus obras reflejan el estado de ánimo y la personalidad de sus modelos, pero más a menudo los utilizó simplemente como vehículos de sus propios sentimientos, reduciéndolos a cifras en sus diseños monumentales.